Todo comienza en París del siglo XIX, en los bulliciosos pasillos de la casa de perfumes Houbigant.
En 1882, un joven y visionario perfumista llamado Paul Parquet desafió las convenciones de la época.
Presentó al mundo una fragancia revolucionaria: Fougère Royale.
Esta creación, inspirada en la frescura de los helechos y la suavidad del musgo de roble, inauguró una nueva era en la perfumería.
Y es que no solo marcó el nacimiento de una nueva fragancia, sino que también dio vida a un nuevo acorde olfativo: el misterioso y encantador acorde Fougère.
Los acordes fougère evocan el aroma limpio a afeitado de una barbería antigua.
Por lo general, se componen de lavanda, musgo de roble y cumarina, creando un aroma que nos transporta a la esencia de la misma naturaleza.
Un fougère se puede vestir con otras notas para añadirle un toque adicional de complejidad.
Se puede rebajar y mantener sencillo para un efecto limpio y minimalista.
El término “Fougère”, que significa “helecho” en francés, evoca la imagen de un bosque verde y exuberante, donde la lavanda fresca y el musgo de roble danzan en armonía.
Desde su debut, el acorde Fougère ha evolucionado y se ha adaptado, encontrando su lugar en el corazón de algunas de las fragancias más emblemáticas de todos los tiempos.
Desde las clásicas Brut de Fabergé y Azzaro pour Homme, hasta las modernas Cool Water de Davidoff.
Pero el encanto del acorde Fougère no se limita al pasado; sigue siendo relevante y cautivador en la actualidad.
Su versatilidad lo hace adecuado para cualquier ocasión, desde el ajetreo diario hasta las ocasiones más especiales.
En el apasionante mundo de la perfumería, el acorde Fougère sigue siendo un faro de creatividad y belleza, recordándonos que, detrás de cada fragancia, hay una historia que contar.
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